Según el Dr. Perkins, la mayoría de las personas tienen las habilidades de pensamiento sin desarrollar, es decir, se muestran indiferentes frente a circunstancias que provocan pensamiento y reflexión.
Todos nacemos con la capacidad de pensar, pero es necesario un entrenamiento focalizado del pensamiento para que se desarrolle y no se quede limitado a una función inconsciente, sino que se haga visible y se comparta. Para ello Ron Ritchhart y sus colegas del Proyecto Zero diseñaron una serie de “rutinas de pensamiento”, es decir, estructuras simples que los docentes pueden usar para que sus estudiantes desarrollen hábitos de la mente que desemboquen en un mayor entendimiento de lo que están aprendiendo.
Las rutinas de pensamiento buscan ampliar y profundizar el pensamiento del alumnado. Son patrones sencillos de pensamiento que pueden ser utilizados una y otra vez, hasta convertirse en parte del aprendizaje.
Se trata de pequeños protocolos, un conjunto de preguntas, que sirve para explorar ideas relacionadas con algún tema, o una secuencia corta de pasos que permite que los alumnos vayan mucho más allá de lo superficial.
4 beneficios de las rutinas de pensamiento en todas las etapas:
Desarrollo del pensamiento crítico: Las rutinas de pensamiento fomentan la capacidad de los alumnos para cuestionar, analizar y evaluar de manera crítica la información.
Habilidades de comunicación: Ayudan a los alumnos a expresar sus ideas de manera clara y efectiva en todas las etapas educativas.
Curiosidad y aprendizaje activo: Estimulan la curiosidad natural de los alumnos y los impulsan a explorar de manera activa el mundo que los rodea.
Pensamiento creativo: Alentar a los alumnos a hacer preguntas abiertas y explorar diferentes perspectivas fomenta la creatividad y la imaginación.